La yerba mate es una tradición que por generaciones ha estado presente en el alma de del campo chileno y su gente.
“Desde siempre vi tomar mate en mi casa. Mis abuelos lo tomaban, mis papás, mis tíos y ahora mis hermanos todavía lo toman, ellos siguen trabajando y viviendo en el campo”. Carmen Campusano es la dueña de esas palabras y en su familia, como en todo el campo del norte chico de nuestro país, el mate es una institución familiar, una tradición que se ha pasado de generación en generación.
Ella se fue a trabajar a Ovalle hace 25 años, pero cuatro de sus hermanos ayudan a sus padres a mantener la tradición matera de la familia. Viven en Chañaral de Carén, un pueblo ubicado a 61 kilómetros al interior de Ovalle y se dedican a la ganadería y a la agricultura.
En la casa la encargada del mate es su madre. “Mi Mami se encarga de su mate de calabaza y de cebar. Ella elige las hierbas para acompañarlo, puede ser menta pastilla, malva rosa o hierba buena. Además decide la cantidad de azúcar que debe llevar. En otras casas la gente usa azúcar quemado, pero mi Mamá lo prefiere normal”, nos cuenta.
Carmen cuenta que la gente en Chile no toma mate como los argentinos, uruguayos o paraguayos, que andan para todos lados con el termo (sea para mantener el agua fría (para el tereré) o caliente). No, en Chile el mate se toma en la casa. Adentro en el comedor, en la cocina, o en la ramada, que es una terraza hecha de totoras y cañas, o también bajo un sauce.
Hay varios horarios para tomarlo: puede ser al desayuno, otros lo toman después de almuerzo, otros cuando comienza a terminar la tarde, siempre acompañado con algo para comer.
¿Qué se come en esta parte del campo chileno junto al mate?
Carmen responde: “Depende lo que tengamos. Primero se calienta el agua en el brasero, que está siempre prendido. Ahí también ponemos pan para tostar, churrascas o queso de cabra. Otro acompañamiento típico es el charqui con cebolla”.
También está el llamado “mate huacho” que se toma de improviso y sin comida de por medio. Es algo así como un antojo de mate a deshora (aunque siempre es un buen momento para tomar un matecito).
Ahí la familia se reúne, se cuentan qué hizo cada uno en la jornada. Comparten, se ríen, se conocen, lloran. “A mí me gusta mucho ir al campo y ver a mis hermanos y a mis papás tomando mate todos juntos. Es lindo porque nos une. Yo creo que el rito del mate está firmemente enraizado en la rutina del campo chileno y estoy orgullosa de haberlo vivido y disfrutado tantas veces”, relata Carmen.
Para el 18 de septiembre hay otra tradición matera campesina. Se toma “mate-leche”, que no es más que leche (generalmente de cabra), con canela o clavo de olor que se hierve en el brasero. Se le echa la leche al mate y se acompaña con algún queque o una torta de ocasión. “Es algo tradicional, se hace todos los años para las fiestas patrias”.
Respecto a si en la ciudad ahora se está introduciendo el mate, Carmen finaliza: “Es una costumbre tomar mate en el campo y ahora en la ciudad poco a poco está entrando el hábito también. Yo cada día veo que en más casas se ponen a “copuchar” tomando uno matecitos”.
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