Las Letras y el Mate

Las Letras y el Mate

El mate despierta todo tipo de pasiones. Una de ellas es la de la palabra, la de escribir sobre el. Muchos poetas e intelectuales le han dedicado inspiradas líneas.

La tradición de la yerba mate está muy arraigada en el alma de la gente que la toma y la comparte. Esto motiva a que sus adeptos hablen y se preocupen por mantenerla viva y presente dentro de su rutina. A lo largo de la historia son muchas las manifestaciones literarias que tienen como objeto central a la yerba mate, sus costumbres y el escenario que la rodean.

En Chile, día a día, se suman más y más adeptos a esta práctica, la cual entra verdaderamente en el alma y la tradición de los pueblos. El mate es una tradición que une a la gente, que sobrepasa las generaciones, las clases sociales y los géneros. Acompaña en la soledad y promueve la reflexión y el intercambio de ideas entre los que lo toman.

Las siguientes líneas son responsabilidad de la inspiración y admiración a la tradición.

En primer lugar el periodista argentino Lalo Mir se interna en la costumbre y las características del “rito” de tomar mate, en su poema ¿Tomamos mate? (sólo publicaremos un extracto)

El segundo texto fue escrito por el reconocido intelectual uruguayo (periodista, historiados y escritor) Eduardo Galeano, famoso por libros como “Las Venas Abiertas de Latinoamérica” o “Fútbol a Sol y a Sombra”. En su cuento, hace alusión a la antigua “Leyenda del Mate” contada desde tiempos inmemoriales por generaciones y generaciones de guaraníes. El relato se denomina “La Yerba Mate”. Disfrútenlos.

¿Tomamos mate? (extracto)

Lalo Mir

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.

Pero no es una bebida. Nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.

El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, uno habla mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: “¡Basta, cambiemos la yerba!”.

Es el compañerismo hecho momento.

Es la sensibilidad al agua hirviendo.

Es el cariño para preguntar, estúpidamente, “¿está caliente, no?”.

Es la modestia de quien ceba el mejor mate.

Es la generosidad de dar hasta el final.

Es la hospitalidad de la invitación.

Es la justicia de uno por uno.

Es la obligación de decir “gracias”, al menos una vez al día.

Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

La Yerba Mate

Eduardo Galeano

La luna se moría de ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en algún río. Gracias a las nubes pudo bajar desde la puesta del sol hasta el alba…

Las nubes cubrieron el cielo para que nadie advirtiera que la luna faltaba. Fue una maravilla la noche en la tierra. La luna paseó por la selva del alto Paraná conoció misteriosos aromas y sabores y nado largamente en el río…

Un viejo labrador la salvo dos veces cuando el jaguar iba a clavar sus dientes

en el cuello de la luna. El viejo degolló a la fiera con su cuchillo y cuando la luna tuvo hambre la llevo a su casa. “Te ofrecemos nuestra pobreza” dijo la mujer del labrador y le dio unas tortillas de maíz.

A la noche siguiente desde el cielo la luna se asomó a la casa de sus amigos. El viejo labrador había construido su choza en un claro de la selva muy lejos de las aldeas. Allí vivía como en un exilio con su mujer y su hija. La luna descubrió que en aquella casa no quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de maíz. Entonces iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las nubes que dejasen caer alrededor de la choza una llovizna muy especial.

Al amanecer en esa tierra habían brotado unos árboles desconocidos. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban las flores blancas. Jamás murió la hija del viejo labrador. Ella es la dueña de la Yerba Mate y anda por el mundo ofreciéndola a los demás. La Yerba Mate despierta a los dormidos corrige a los haraganes y hace hermanas a las gentes que no se conocen.

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